La agenda, la clásica agenda con fechas, suele ser la compañera donde algunas personas fijan las cosas que tiene que hacer. Yo fui un excesivo de la agenda en su tiempo, pero lo he dejado. Múltiples cosas situadas (un poco al tun tun) a lo largo de la semana, y la decepción sistemática de que muchas quedaban sin hacer. Un lío. Aquella vista de ocupación extrema aún me despierta por las noches. Ahora con GTD sólo coloco citas y tareas con una estricta exigencia horaria, el resto van al sistema. Cuando me preguntan ¿Cómo tienes la agenda? Suelo decir que disponible. Y suele ser cierto.
Una gran verdad. Añadiria las decenas de horas perdidas moviendo las cosas no hechas de una fecha a otra con la sensacion de que no has hecho nada relevante a tus objetivos y de que “no tengo tiempo para nada” que crea esa desagradable sensacion de ejecutivo atormentado.
Ejecutivo atormentado que es una pose que a muchos les encanta, por cierto. Esas agendas regaladas de Deusto a final de año han hecho mucho daño.
la agenda no responde a las necesidad de recordar las tareas urgentes y menos urgentes, solo es un recordatorio final
Sin duda, pero en mi experiencia, mucha gente hace de la agenda el sacrosanto lugar de los compromisos/tareas/acciones y, como indicas, su misión no es esa. Me pareció una reflexión que no todo el mundo hace.